El presidente Donald Trump ha vuelto a situar al cine en el centro de su agenda proteccionista al anunciar un posible arancel del 100% sobre todas las películas rodadas fuera de Estados Unidos. El anuncio, realizado en su plataforma Truth Social, se inscribe en la lógica del “América Primero”, con la que busca reforzar su discurso de autosuficiencia económica.
Sin embargo, desde que desveló sus planes por primera vez en mayo, su Gobierno no ha detallado cuándo ni cómo se implementaría, lo que deja a la industria cinematográfica en un estado de incertidumbre constante.
En su mensaje, Trump justificó la medida acusando a otros países de haber “robado” el negocio cinematográfico estadounidense, comparando la situación con “quitarle un dulce a un bebé”. Aprovechó además para cargar contra uno de sus habituales adversarios políticos, el gobernador de California Gavin Newsom, al que responsabilizó de no proteger a Hollywood frente a la supuesta competencia desleal.
El problema principal radica en la falta de claridad jurídica. No está definido bajo qué autoridad legal podría aplicarse un arancel de tal magnitud al cine extranjero. Tampoco queda claro si la medida afectaría exclusivamente a películas producidas por estudios internacionales o también a aquellas estadounidenses filmadas en el extranjero, una práctica que se ha hecho cada vez más común para aprovechar incentivos fiscales en países como Canadá, Reino Unido o Australia.
La industria cinematográfica estadounidense depende en gran medida de la cooperación internacional. En 2023, registró un superávit comercial de 15.300 millones de dólares gracias a las exportaciones, con un valor total de 22.600 millones. Gran parte de este éxito se debe a las coproducciones internacionales y al atractivo de rodar fuera del país por razones económicas y logísticas. Imponer barreras a estas prácticas podría encarecer los costes de producción y, en última instancia, trasladarse al precio de las entradas.
El anuncio también llega en un momento delicado para Hollywood. Tras las huelgas de guionistas y actores y el impacto duradero de la pandemia en los hábitos de consumo, la industria aún lucha por recuperar la afluencia de público en las salas de cine. Una medida como la planteada por Trump podría entorpecer esa recuperación y complicar la estrategia de expansión global de los grandes estudios ante los gigantes asiáticos y las plataformas de streaming .
Los ejecutivos del sector han expresado preocupación por la falta de detalles. En mayo, cuando Trump mencionó por primera vez esta idea, sindicatos y asociaciones de trabajadores del cine le habían instado a apoyar incentivos fiscales que promovieran rodajes domésticos, en lugar de penalizar la producción internacional. Hasta ahora, esas recomendaciones no han tenido eco en la Casa Blanca.
En paralelo, Trump amplió su lista de amenazas arancelarias a otros sectores, desde los medicamentos de marca hasta los muebles y camiones pesados. En todos los casos, insiste en que la producción y los empleos asociados deben regresar a Estados Unidos, una narrativa que conecta con su base electoral, especialmente en estados disputados como Carolina del Norte, donde la industria del mueble ha perdido competitividad frente a China.
A diferencia de los sectores industriales, el cine pertenece a una categoría particular: no solo es un negocio, sino también un producto cultural con gran influencia global. Cualquier intento de restringir su circulación mediante aranceles podría tener consecuencias más amplias, tanto en la diplomacia cultural como en la economía creativa.
Por ahora, el anuncio de Trump parece más un gesto político que una política concreta. Sin detalles de aplicación ni un marco jurídico sólido, el arancel al cine extranjero se mantiene en el terreno de las declaraciones, generando expectativas, dudas y tensiones en una industria que ya enfrenta grandes desafíos internos y externos. @mundiario
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